mardi 4 mai 2010

Tolito Sherpa y Juan Oiarzabal

“Tolito Sherpa” murió en el Himalaya en una expedición encabezada por Juan Oyarzabal. Un edema cerebral o pulmonar, poco importa ahora, le impidió seguir caminando como sus compañeros y hollar la nieve del campo base. Los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia, y transmitieron en directo el peligro, la incertidumbre, la impotencia y la tragedia a los pies del Annapurna. “Tolo no ha muerto haciendo lo quería; lo que quería era vivir, pero han tenido un accidente”, relataba el hermano del fallecido.
Siempre he pensado que mi animadversión hacia Oiarzabal era personal e intransferible. Que el no conocerle personalmente me impide juzgarlo públicamente, y que mis prejuicios me los debería de callar, como lo hago con tantas otras personas por miedo a equivocarme. De hecho, emitiendo prejuicios nos equivocamos, y es un ejercicio de racionalidad no juzgar a quienes nos rodean. Por eso no juzgaré, simplemente, reflexionaré en voz alta y escribiré las dudas que tengo.
Es cierto que la situación en la que se encontraba Oiarzabal era extremadamente crítica: derrotado psicológicamente por la muerte de un compañero y muy fatigado. Desde mi punto de vista, la de un profano en la materia, la de una persona que no es montañero ni se ha visto nunca en una situación parecida, me limito a hacerme preguntas tras haber oído lo que he oído. Cuestiono el significado de las palabras transmitidas por el montañero para el público general, en los medios de comunicación generales sobre esta historia; porque, precisamente, soy un profano en la materia. Quizás alguien me diga que lo preciso sería correr un filtro por parte de los medios de comunicación y censurar las palabras que Oyarzabal emitió desde el Himalaya, pero entonces este artículo trataría de otra cuestión.
El diario Gara recoge a dos páginas (20-4-2010) una excelente crónica de lo ocurrido, donde se cita lo siguiente: “Nosotros no podíamos hacerlo (habla Oiarzabal de rescatar a su compañero, en nombre de su equipo). Llegamos congelados al campo IV, yo además con los pies muy afectados, y no podíamos subir, estábamos agotados, pero alguno de los sherpas de la coreana podía haber subido. Sin embargo, la coreana no estuvo a la altura de las circunstancias, no dio un golpe en la mesa y dijo: `tú y tú, arriba con dos botellas de oxígeno'”.
Y yo me pregunto, ¿Porqué tenían Oiarzabal y su equipo los pies congelados y estaban fatigados? ¿Cómo estaban los sherpas de la coreana? ¿Estaban esos sherpas fatigados y tenían los pies congelados? ¿Sugiere Oiarzabal que no subieron por insolidarios y egoístas? ¿Porqué se cree Oiarzabal que todos reaccionarían como él y que puede exigir a alguien dar un golpe en la mesa para ordenar algo y poner en peligro a alguien? ¿Fue culpa de los sherpas de la coreana que Juanito y el resto de su equipo tuvieran los pies congelados? ¿Quién era el compañero de cordada de Tolo, la coreana u Oyarzabal? “El alpinista gasteiztarra relató que ofrecieron 6.000 euros a cada sherpa para que participaran en el rescate”, continúa relatando el periodista. Y yo me pregunto, ¿Acaso lo hubieran hecho por 8.000 euros? ¿Porqué Oyarzabal no subastó el rescate en 12.000 euros?
Son preguntas ignorantes, pensará alguno. Efectivamente, son preguntas que se hace un ignorante en la materia. Pero también es cierto que el alpinismo se ha socializado con este tipo de historias. Y cuando algo se socializa, es labor de quien colabora para que la cuestión se socialice correctamente. A mi me surgen esas preguntas, que se las haría al propio Oiarzabal si lo tuviera delante. Así, podría comprender mejor toda esta historia y no prejuzgar. Agradecería que alguien me lo explique, para poder seguir opinando sin prejuzgar, y poder corregir mis opiniones si me equivoco.