samedi 5 avril 2008

La perseverancia del periodista freelance, como testigo de lo éxotico


Conferencia inaugural de la exposición fotográfica Imatges 2007 en Caixa Tarragona

Xavier Cervera
Fotoperiodista – Freelance.
Publica principalmente en La Vanguardia, pero también en revistas como Geo, Times o publicaciones internacionales como El Clarín o The Independent.
Caixa Tarragona acaba de inaugurar en colaboración con el Colegio de Periodistas de Tarragona su séptima exposición dedicada al foto-periodismo. Este año, la entidad dejó en manos de Xavier Cervera la sesión inaugural.

Cervera es el perfecto paradigma de una de las especies en auge del periodismo contemporáneo. Pese haber existido mejores y peores épocas, la precariedad económica ha sido una de las características de los profesionales de los medios de comunicación. Hay jóvenes que prefieren recibir teletipos, maquillarlos discretamente y luchar desde un sillón para conseguir un sueldo digno. Hay quienes se patean las calles de su pueblo/ciudad y repiten año tras años las idénticas ruedas de prensa. Así se van ganando el pan, o por lo menos, meriendan en las diversas cuchipandas organizadas por las instituciones públicas. Otros, sin embargo, cambian el cuaderno por una mochila y compran un billete de avión para intentar abrirse camino.
Todas las opciones son legítimas y aceptadas, ya que hay públicos para todos los gustos. A algunos les “chifla” saber de que color llevan los calcetines nuestros políticos, y otros se emocionan percibiendo el aroma y color de lugares exóticos. Xavier Cervera, como tantos otros “freelance” de este mundo, es uno de los emisarios de este grupo de personas que se interesa por lo que sucede en tierras lejanas. ¿Alguno se imagina el mundo de la comunicación sin la información recibida a través de estos corresponsales? Podría suceder. Pero seguro que nuestros conocimientos serían más manipulados, si ya no lo son en exceso.
El “background” de Cervera se ha forjado en viajes que desde los 19 años le sacaron de su casa. En 1994 estudió fotografía y dos años más tarde realizó su primer viaje a Sarajevo. Enfrascado en un proyecto destinado a la ayuda humanitaria, aprovechó para comenzar a poner en marcha su cámara fotográfica. A partir de aquí, comenzó a ofrecer sus trabajos a La Vanguardia.
Sus fotografías destacan por tener cierta intencionalidad generada por la mirada a través de su objetivo. Combina elementos, ya sean personas u objetos, en espacios cerrados o abiertos, y los ubica en su encuadre de tal manera que no queden huérfanos de sentido. Tiene especial fidelidad por las señales de tráfico, que las coloca al lado de los políticos para no dejar demasiados cabos sueltos a la interpretación del espectador. Tampoco escatima esfuerzos a la hora de escoger el contexto. En su intervención explicó que para retratar al director de cine Bosnio Emir Kosturica en un viaje a Valencia, tuvo que pasear durante algunos minutos hasta llegar a un barrio degradado de la urbe. Allí, en una vieja y agrietada pared, encontró el lugar idóneo para pedir que posara para él. Las brechas quedaban incrustadas detrás del rostro de Kosturica, construyendo un paralelismo con la situación de su país tras la guerra.
Según la muestra ofrecida en la conferencia, su primer trabajo de envergadura estuvo relacionado con una “percha informativa” (buen concepto para periodistas en potencia; significa aprovechar una efeméride para publicar información relacionada con un acontecimiento concreto). Le tocó retratar la rutina de los Bosnios 500 días después de haberse firmado la paz en el conflicto.
Después emigró a Gran Bretaña, metiendo su cámara en el equipaje como mejor acompañante. Algunos fines de semana se escapaba a Liverpool para reproducir instantáneas relacionadas con los ídolos de medio mundo: Los Beatles. Tampoco dejó caer la “percha” del armario informativo y se sirvió de la conmemoración de trigésimo aniversario de la banda británica para ver reflejado su erfuerzo en La Vanguardia.
Su primer viaje de tintes profesionales y miras periodísticas fue el “Irish Trouble”. Es decir, adentrarse en tierra hostil irlandesa y conseguir unas imágenes originales y publicables. Difícil tarea en aquel mes de invierno, ya que la luz solar en suelo británico apenas duraba “tres o cuatro horas”. Hubiera tardado muchos días en analizar las situaciones, estudiar las perspectivas, realizar pruebas, etc. Pidió más tiempo en la redacción, que ya comenzaba a contar con él entre sus fotógrafos. Se lo denegaron: “ya puedes ir allí en barco a pie o como te de la gana” – le dijeron en la redacción – y cogió su aparato para afrontar el reto. Menos mal que le enviaron “con una patada”, porqué la situación le hizo madurar, si no artísticamente, sí como profesional del periodismo. Ideó la solución: “caminaba de noche y miraba los sitios que quería fotografiar. Después volvía cuando salía el sol y sacaba las fotos” relata Xavier. Allí cosechó múltiples imágenes, gente, objetos, detalles…que fueron publicados en la Revista de La Vanguardia.
Pero no se anticipen al ocaso de la precariedad. Cobrando “en negro” todavía, se veía obligado a meter horas de camarero para subsistir en algún pub londinense. De paso, aprovechaba para aprender inglés. Fue tras la cosecha irlandesa cuando los superiores del diario Catalán comenzaron a confiar en su “gatillo”. El primer encargo le llegó vía e-mail, entre tazas de café y pintas de cerveza. Y fue otra “percha” que sirvió para que el catalán colgara definitivamente su delantal de camarero. El leit-motiv de aquel encargo era el siguiente: “¿Cómo viven los ingleses un año después de la muerte de Diana?”
Cervera demostró que su labor periodística no se limitaba a pulsar el botón. Tuvo que documentarse, echar mano de la creatividad, tener dotes de relaciones públicas, para conseguir retratar aquella sociedad británica. Fotografió desde el propio mausoleo de la princesa hasta algunos fanáticos que conoció gracias a páginas web. Todo ello pasando por productos como un envase de mantequilla encontrado en el último departamento de la nevera, que pertenecía a algún compañero de piso. La relación entre la Lady Di y la margarina era la marca que rezaba la carcasa: Diana.
A partir de ahí, la lista es larga. En el 98, por ejemplo, la todavía no tan anciana refunfuñona Doris Lessing le recibió en su casa. Cervera disparó como un poseso, obteniendo todo tipo de fotos de objetos y retratos de la protagonista. Más tarde, cuando Lessing recibió el Premio Nobel de Literatura (2007) se acordó de aquel archivo que guardó por “deformación profesional”, “porque nunca se sabe” y publicó una selección.
Después cruzó el charco definitivamente, para asentarse en suelo catalán. En el nuevo siglo podemos disfrutar de su obra, a diario, en La Vanguardia. En la conferencia pasó algunas fotos de sus reportajes, como por ejemplo, el realizado a unos toxicómanos en un barrio deprimido de Barcelona.
Pero Cervera tampoco renuncia a sus orígenes nómadas. De hecho, cerró su conferencia enseñando instantáneas recogidas en un breve periplo por motivos personales en China. Mucha de las fotos las hizo por azar. “Hay que romper con el mito de que para hacer buenas fotos hace falta una cámara profesional” aseguró rotundamente. Su cámara compacta le sirvió para ilustrar algún dominical. “Eso sí – advierte Cervera – vayas donde vayas nos dan más calabazas a los fotógrafos, porque la gente se pregunta qué es lo qué vas a hacer con las fotos después”. Internet ha encendido la picaresca de todos, parece ser.

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