mardi 8 avril 2008

Mi columna

De razas bovinas y otras especies
Todo parecía estudiado. Turbulencias políticas, tensiones cuatrieniales, desahogos personales y protesta en las urnas. Después, las vacaciones de Semana Santa de talante casi invernal, a poder ser, soltar adrenalina esquiando. Vuelta al trabajo, llega la primavera, cambio de hora, mejora el tiempo y florece el amor. La dividida España, los fachas y los masones, se reconcilian. Y los políticos, también, claro. Otros tres años sin mirar de reojo el color del periódico que compra nuestro vecino.
Parece que las aguas bajan más calmadas tras las elecciones, y no es porque los ríos estén más secos que la garganta de algunos políticos después de gastar saliva en la campaña. Las broncas de antaño se tornan en refinados juegos de palabras y la burda dialéctica deja paso a la exquisita retórica. Unos y otros se tienden ahora la mano y roban una sonrisa al personal insultándose sutilmente. Seguro que ustedes, que se sienten ovejas del rebaño social como un servidor, comparten la sensación de que nuestro balido materializado en forma de voto ha perdido el más mínimo interés para nuestros dirigentes.
¿Han estado alguna vez en una granja de ovejas y corderos? Les recomiendo la visita, pero vayan con tapones de espuma para sus oídos, porque el ruido de sus berridos mientras son ordeñadas es ensordecedor. Los granjeros les engañan poniéndoles en cada parcela algo para picar y se distraigan; quizás una “tapita” de pienso para rumiar. El caso es que todas comen igual, suenan igual, gimen igual, hablan igual, o protestan igual. ¡Cuantas similitudes comparten con nosotros, animales que ya hemos sido ordeñados y salimos brincando del establo a nuestro entorno natural! Por cierto, en una de esas visitas vi un borrego de color oscuro que intentó zafarse del ganadero haciéndose el remolón. No vean la patada que le soltó a la escurridiza disidente para que volviera a enfilar el pasillo correcto.
Hablando de animales, dejemos los borregos y centrémonos en manadas de más estirpe, por ejemplo, la de los astados. Entre éstos, las cogidas que antes eran de muerte, se convierten en caricias y guiños en pleno cortejo. Si no, recuerden las cornadas metafóricas que se asestaron mutuamente José Bono y Josu Ercoreca, dos auténticas reses de rancio abolengo. Por cierto, sin poner en duda su condición humana, si fuesen animales vacunos les tocaría, por lo menos, ser primos lejanos: uno de la subespecie nórdica y el otro de alcurnia castiza. Es decir, de distinto apellido pero del mismo nombre, cada cual en su idioma, Jose o Josu, Josu o Jose.
¿Sabían que sólo en España existen más de treinta razas de vacas? Pues bien, de la Betizu cantábrica, al popular toro de lidia, pasando por la pirenaica. España está sembrada de vacas... y de políticos. De Ercoreca, a Bono el bovino; pasando por Duran i Lleida, por ejemplo. Al margen de defenderse con sus pitones, los tres tienen un rasgo característico que les delata: su alopecia galopante. Pero desde otra perspectiva, sin atreverse uno a mirarles frente a frente, es Duran i Lleida quien tiene el rabo más sotisficado para espantar las moscas de sus lomos y trasero. Si no, fíjense en el slogan de su campaña que le ha permitido triunfar entre su electorado: “A Catalunya no hi cap tothom” (La gent no se’n va del seu país per ganes, sinó per gana. Però a Catalunya no hi cap tothome – sic-). Traducido con las mismas palabras: en Cataluña no tiene cabida todo el mundo. O dicho de otra manera, los extranjeros, y sobre todo aquellos que por hambre abandonaron su país, tendremos que pregúntale al cabeza de lista (o cabestro de manada) si nos da o no permiso para vivir en su país. Y que sus votantes nos expliquen la lectura no retorcida de esas frases, que acompañaban la imagen rejuvenecida, con frente abrillantada y gafas de pasta de Duran i Lleida en las maquesinas del país.
Recuerdo el slogan de la marca de cerveza más conocida de toda Bélgica: “Les hommes savent pourquoi” (Los hombres saben porqué). Bélgica, ha sobrevivido a un año sin Gobierno y los camiones de basura pasan una vez por semana. Pero nadie se imagina pasar veinticuatro horas, a los sumo un par de días, sin echarse una “rubia”. Ya ven, un placer reservado sólo al género masculino, capacitado genética y culturalmente para degustar el sabor de una buena cerveza fría después de una dura jornada laboral. Si el slogan no les llama la atención, es que ustedes son hombres y/o no han salido nunca de casa.
Algunos hábitos han cambiado, pero la manera de mirar el mundo sigue siendo la misma: la de un hombre blanco, occidental, que triunfa por ser un tanto primitivo, o refinadamente tradicional. Algo falla si en una sociedad presuntamente progresista este tipo de detalles quedan impunes. ¿Que les parecería si me despidiera de todos ustedes, mandando un saludo cariñoso y especial a aquellos a quienes he amenizado la espera durante estos minutos, ante una suculenta cena? Y les pido, además, no se olviden nunca de felicitar a sus esposas por lo bien que cocinan las tortillas.

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