mardi 6 mai 2008

“Tú dispara que es lo importante”


Deseo
Exposición de fotografía de Juan Manuel Díaz Burgos
y visita guiada por el propio autor.
Lugar: Centre de l’Imatge de Reus



Que a estas alturas de “revolución tecnológica” se tarde más de cinco horas en pensar en algo relacionado con el mundo digital asombra. Si ocurre mientras participas en una jornada dedicada al reportaje fotográfico, asombra todavía más. Pero todavía existen algunos profesionales románticos que siguen citando el “grano” del acabado de una foto cuando se refieren al pixelado moderno. Son enamorados de su profesión que se dejan llevar por el ritmo que marca su propia pasión, la fotografía.
Hablar de términos tecnológicos ya no suena a revolucionario. Que uno de los expertos más respetados del mundillo continúe ignorando la paranoia tecnológica y prescinda, en cierta medida, de la técnica, eso sí es revolucionario. Pero Juan Manuel Díaz Burgos (Cartagena, 1951), no repudia ni lo uno ni lo otro, simplemente obvia su existencia y sólo recurre a ambas, técnica y tecnología, cuando realmente lo cree necesario.
En el Centre de la Imatge Mas Iglesias de Reus se exponen medio centenar de instantáneas tomadas en La Havana, englobadas en un reportaje que el autor ha bautizado con el título de Deseo. Efectivamente, con un pequeño paseo por la sala será imposible que el espectador salga decepcionado. Pero no será la técnica lo que nos deslumbre. Más importante que todo eso, es el propio objeto fotografiado: la pasión del deseo; el deseo de la pasión. Instantáneas que resumen en esa colección el sentimiento que a ningún ser humano deja indiferente.
Díaz Burgos fue testigo, durante varios viajes que realizó a la capital Cubana, de todos esos momentos tan sugerentes. Miradas promiscuas, abrazos apasionados, secuencias de piropeos inacabables, escenas de ligoteo, besos furtivos, deseos carnales… retratos cazados sin alterar el escenario. “El profesional del reportaje nunca es dueño y señor de la situación”, afirma el autor, y por eso se acerca disimuladamente hasta el objeto, consiguiendo pasar desapercibido la mayoría de veces. Un auténtico ladrón de sentimientos que reduce su técnica a los siguientes pasos: selecciona un objetivo y no lo cambia durante el recorrido; persigue su presa hasta que se pone a tiro; dispara su cámara con discreción, sin mirar por el visor y con su máquina camuflada entre sus manos a la altura de su pecho. La única premisa: acercarse a los protagonistas de la acción lo máximo posible, sin alterar ni manipular el escenario. La única técnica: “disparar y disparar, que eso es lo importante”.
Quizás no se trate de arte; quizás simplemente se trate de captar el instante. El resultado es una compilación de fotografías que tratan un tema manido como es el desenfreno cubano. Pero Díaz Burgos lo hace de manera original porque es extremadamente natural. Un voyeurismo puro y duro. El resultado es una serie de imágenes en blanco y negro, algunas desenfocadas, otras mal encuadradas, pero sin caer en el tópico del beso fácil, sin alejarse nunca de su propósito: no alterar el paisaje y dejar que los propios actores, ellos mismos se retraten.
Este profesional tampoco rechaza uno de los principales objetivos del reporterismo: contar una historia. Algunas escenas están compuestas por una fotografía principal acompañada por una serie de fotogramas más pequeñas que completan la escena sensual. La mirada del espectador recreará, pues, un relato erótico haciendo caso a sus instintos más voyeuristas.
Pero mantener sus ojos lejos del visor le hace ser demasiado espontáneo, personal, impulsivo, a veces vulgar. Su mirada es excesivamente parcial para que el reportaje fotográfico sea del agrado de todo su público. No siendo puro arte, acercándose al retrato social, se olvida de responder a una necesidad del reporterismo gráfico: convertirse en un testigo universal. Y su disparo es tan masculino que el género femenino se cansará de mirar, de contemplar la escena siempre desde la misma perspectiva, desde el idéntico deseo sexual. Los hombres retratados en pleno apogeo sexual; las muchachas mostrando sus atributos físicos y siendo cautivadas.
Quizás la selección sea el reflejo de la sociedad Cubana. Pero habrá miradas que se sientan abrumadas y confundan el ligoteo con el doble acoso que se identifica en la exposición: por un lado la del propio fotógrafo que se harta de perseguir “auténticos monumentos”, con sus traseros y canalillos. Y por otra la del hombre impulsivo que en ciertas ocasiones se convierte de inocente seductor a puro a acosador.

Julen Orbegozo Terradillos

1 commentaire:

ami a dit…

Tus dos aficiones asoman en este escrito: el mundo audiovisual, la fotografía... y el contar historias, escribir.
El fotógrafo Díaz ha captado a la sociedad cubana con los traseros y canalillos femeninos y yo puedo decir que eso lo he vivido porque he tenido la suerte de estar en La Havana. Me ha llegado el artículo.